½Si no existieran las redes sociales, Avelino Fierro las habría inventado. Nadie que le conozca, nadie que haya tenido el más mínimo trato con él, dudará de esta afirmación, salvo él mismo. De vez en cuando, mientras practica lo que dice detestar, reniega -lo hace en este mismo libro- "de esa moda tonta que va a acabar con la amistad y la literatura". Pero si alguna moda, que no es el caso, acabara con la amistad y la literatura, Avelino Fierro se bastaría él solito -bueno, solo del todo no, siempre contaría alguna ayuda casera- para crearlas de nuevo [...]. Avelino Fierro ha leído a los mejores y ha aprendido de ellos. En sus cartas semanales, en los capítulos de este libro, alterna los fragmentos que podrían formar parte de cualquier antología del género con otros más distendidos, de un tono conversacional que se llena de hipocorísticos. Al lector no le importa que se le escapen algunas claves privadas porque capta siempre lo fundamental: un amor hacia la literatura, incluso cuando no pretende hacer literatura, que no es más que una de las formas mejores de amor a la vida+. Del prólogo de JOSE LUIS GARCIA MARTIN
«Si no existieran las redes sociales, Avelino Fierro las habría inventado. Nadie que le conozca, nadie que haya tenido el más mínimo trato con él, dudará de esta afirmación, salvo él mismo. De vez en cuando, mientras practica lo que dice detestar, reniega -lo hace en este mismo libro- "de esa moda tonta que va a acabar con la amistad y la literatura".
Pero si alguna moda, que no es el caso, acabara con la amistad y la literatura, Avelino Fierro se bastaría él solito -bueno, solo del todo no, siempre contaría alguna ayuda casera- para crearlas de nuevo [...].
Avelino Fierro ha leído a los mejores y ha aprendido de ellos. En sus cartas semanales, en los capítulos de este libro, alterna los fragmentos que podrían formar parte de cualquier antología del género con otros más distendidos, de un tono conversacional que se llena de hipocorísticos. Al lector no le importa que se le escapen algunas claves privadas porque capta siempre lo fundamental: un amor hacia la literatura, incluso cuando no pretende hacer literatura, que no es más que una de las formas mejores de amor a la vida».
Del prólogo de JOSÉ LUIS GARCÍA MARTÍN