Cuando siempre era verano no sólo es una impetuosa invitación a mirar atrás y dejarse alcanzar por el propio pasado. Es la recreación de aquella España de los 60 y 70 que empezaba a agrietarse con mucha menos resistencia que la que parecía prometer la entereza de la casa de Pinos de Duero donde fueron posibles tantas mañanas, tardes y noches de plenitud.