Un hombre es destinado a una solitaria cabaña, a orillas de un fiordo, con la misión de alertar de la presencia de terroristas en la zona: esa situación de pesadilla, relacionada con el sentimiento de culpa de un funcionario de prisiones, conforma la atmósfera claustrofóbica del relato que da título a este libro de cuentos. La angustia provocada por el terrorismo tiñe otros cuentos del volumen y alcanza su máxima expresión en «Carne rota», un mosaico a partir de las vivencias de varios personajes en la tragedia del 11-M.
El «vigilante número 155» es un hombre de mediana edad destinado a una inhóspita cabaña solitaria, en las orillas de un fiordo noruego, con la misión de alertar de la presencia de terroristas en la zona, por lo que debe permanecer día y noche ojo avizor. Esa situación de pesadilla, íntimamente relacionada con el enloquecedor sentimiento de culpa que asedia a un funcionario de prisiones, conforma la atmósfera claustrofóbica del relato que da título a este excepcional libro de cuentos. Y algo de esa angustia provocada por el terrorismo se reconoce también en «Chavales con gorra», donde el miedo empuja a un matrimonio a huir de ciudad en ciudad, o, ya en su máxima expresión, en «Carne rota», un mosaico impactante a partir de las vivencias de varios personajes en la tragedia del 11-M. Otras conmociones más íntimas se recrean en la historia del adolescente que descubre la catadura moral de su padre durante unas vacaciones; en el personaje que se encuentra cada día con el dolor de una mujer que llora en una estación de metro, o en el que asiste a su propia muerte.