Miró su reloj. El avión salía en tres horas. Aún iba sobrada para despachar a ese individuo que yacía en su cama rebozándose entre sus sábanas de franela, ducharse, vestirse, ultimar su equipaje y llamar a un taxi para el aeropuerto. Era más temprano, pero tenía la costumbre de salir siempre con tiempo de más, el simple hecho de ir con prisas y estresada le provocaba pánicco. Y aparte le gustaba el aeropuerto, era verdaderamente inspirador. Cada vez que tomaba un vuelo, se deleitaba observando los diferentes tipos de personas que cogían un avión, imaginándose cuánto tiempo viajaban y por qué motivo, qué les llevaba a tomar esos vuelos concretos... Carmen Herranz