A las siete y doce de la mañana, en la ciudad comenzaron a rugir los motores de los vecinos camino de sus quehaceres. Entre los rayos del Sol y las prisas, a lo lejos, por la avenida norte, se escuchó un cencerro.
A las siete y doce de la mañana, en la ciudad comenzaron a rugir los motores de los vecinos camino de sus quehaceres. Entre los rayos del Sol y las prisas, a lo lejos, por la avenida norte, se escuchó un cencerro.