La situaciones que se producen en esta aventura son muy divertidas, pero se parecerían a otras que hay en muchos libros de pandillas, si no fuera porque este autor es único componiendo personajes. La ironía con la que narra y describe a sus protagonistas no permite que al lector se le borre la sonrisa de la boca. Nos divierte el capitán y su pata metálica, su mujer que va a su aire recogiendo flores, el alcalde que representa lo peor del poder y el pueblo obsesionado con los comunistas. Diálogos chispeantes para alegrarse con un singular secuestro.