Asesinaron en Madrid a 192 personas y dejaron heridas a otras 1.600, muchas de ellas con graves secuelas. El objetivo de los asesinos era forzar la retirada de los 1.300 efectivos militares españoles desplegados en Irak. Esas tropas no participaban, ni habían intervenido, en ninguna guerra, sino que ejercían tareas de seguridad y de apoyo a la población iraquí, de acuerdo con lo establecido por sucesivas resoluciones del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas. La única posibilidad de que la presión de los asesinos tuviera éxito era conseguir un cambio en el Gobierno de España, y por esa razón el atentado, el mayor en suelo europeo desde el final de la Segunda Guerra Mundial, fue dirigido contra la población civil sólo tres días antes de la celebración de unas elecciones generales.