Alcoholes (1913) y El Poeta asesinado (1916) resultan compñementarias por diversas.Dentro de la primera los distintos ciclos e inspiraciones sustentan también escrituras muy diferentes. Dicha diversidad es una de las marcas estilísticas del poeta, y ambas obras ilustran una de las claves de la poéctica apolinariana que probablemente explique la frescura de una obra que resulta siempre sorprendente y actual en su modernidad: que todo texto es a un tiempo para Apollinaire punto de llegada de una exploración y punto de partida para una búsqueda; nunca una etapa de descanso.