La experiencia personal que en él se expresa dibuja inesperadamente una experiencia colectiva, el tiempo que aprendimos a vivir sin posibilidad de besos ni caricias. Pero como se expresa en el libro, en la soledad que sigue a una ruptura amorosa puede gestarse una voluntad de apertura y expansión, de reconocimiento de otras formas de amar y de nuevos destinatarios de esa pasión.