En "Así procede el pájaro" se pueden apreciar los dos ejes fundamentales que lo atraviesan y que, por lo general, suelen estar presentes de un modo u otro en toda buena poesía: el tiempo y el espacio. Obviamente este eje cronotópico no es nada nuevo en poesía, y quizás habría que apuntar que no existe nada nuevo en poesía, que los temas son los mismos, pero sí su tratamiento, el modo con que afrontar esos temas de siempre. La línea del horizonte que describe este vuelo espacio-temporal está fechada en el corazón del poeta, en el seno de la intimidad (p. 14): "Nuestro mirar insiste/ en una sola línea:/ la que un pájaro traza", y hay algunas alusiones de carácter sensitivo que encierran la cifra de ese misterio que se adentra en lo desconocido, en la "neblina inconsciente" (p. 12) de nuestra propia realidad, concreta y material a veces desde la mirada rasa y la lectura superficial, pero algo impalpable otras veces, pues esa realidad se halla a caballo entre otras percepciones inmateriales (p.49): "Admirar el violeta. / Qué irreal, el violeta." Es evidente que las cosas no son lo que parecen y que se encuentran en la revelación de esas nuevas identidades fracasos ocultos, escondidas intenciones y, sobre todo, malentendidos e ignorancia. Podemos subrayar que los mejores momentos de Así procede el pájaro se leen donde se habla "sobre" la identidad y no "desde" la identidad, es decir cuando el poeta se da cuenta de que el camino emprendido hacia la luz y los universales de la verdad y la palabra son trampas y aporías (p. 46): "Mi corazón/ en lo grave/ titubea." Y es en esta encrucijada de sí mismo -la tónica de este libro, no obstante es ampliamente optimista- donde aparecen los logros más destacables. Así, los retazos de melancolía que lo salpican aquí y allá apenas enturbian esa idea global de luz en proceso y de cierta ilusión un tanto idealista, que no sabe si mostrarse preocupada, si darle importancia a las cosas, o, por el contrario, dejarlo todo a un lado, olvidarse del mundo y "Volar hondo" (p.43), jugar y revolcarse en las laderas de esa penúltima imaginación que va desmenuzando con la punta de los dedos el césped, contemplando la naturaleza ("Agujas de pino", p. 37) y descubriendo analogías vegetales. En este sentido, sin duda habría que matizar que la ingenuidad o candidez de la mirada de Juan Antonio Bernier no es plana, sino que mantiene siempre una alerta para "Notar que hay direcciones." Esa nota siempre avizor que late en la mayoría de los textos de este libro podría considerarse el eje donde coinciden el tiempo y el espacio y sobre el que se construye no sólo la poesía de Así procede el pájaro, sino las dinámicas interpretativas entre el lector y el texto. La poesía reciente española -evito adrede el marbete de "joven"- necesita apuestas que indaguen en las poéticas del espacio, y ésta es una de ellas. La aparente mansedumbre de estos poemas está llena de contención y expresión. La narratividad se hace más rica, parece que rebosan los matices multiplicándose y conjugándose como en un poliedro, la polisemia se agita en una coctelera feliz. Esta búsqueda en el lenguaje y en sus modos, que coquetea con la poesía pura -no podría ser de otra manera- no es solamente, como ya he señalado, una confianza ciega en el despertar guilleniano o amanecer edénico, sino que se apoya en objetos muy precisos: un banco, un paseo, una puerta, son contextos y referentes materiales que, desde el lugar que nos sitúan, nos transportan, trazan una trayectoria en su desplazamiento. El poeta no se fía y marca una distancia; mejor dicho, intenta realizar una "Nueva formulación de la distancia" (p. 27). Y la luz, en cualquier caso, tan presente a lo largo de estas páginas, no puede ser un elemento más material y más revelador del ser. Los cambios de esa luz hacia las sombras -y hacia la melancolía, con sus arrebatos, con sus poses y gestos que tanto nos hemos esforzado por estudiar en nosotros mismos, pero nunca suficientemente- dictan la conciencia interior que no cesa de interrogar y cuestionarse quiénes somos y hacia dónde vamos, nuestra procedencia. Por tanto ese contrapunto temporal que se puede observar con más nitidez en la primera parte, pero que se halla trabado en todo el libro, es, asimismo, otro ejemplo más que nos pone delante de una suerte de sintaxis solidaria por la que se comunican ambas dimensiones axiales y que, en cualquier caso, responde a un punto de inflexión estructural. Las derivaciones de esta poesía podrían llevarse -llevarnos- muy lejos, y también los riesgos que entraña. Una poesía que no vuelta alto sino hondo. Esa conciencia que la nutre va elaborando un reconocimiento necesario, del yo al nosotros, y partiendo de situaciones que afectan al sujeto cotidiano -ése sujeto que cualquiera de nosotros representamos- nos damos cuenta de algunos detalles acerca de nuestro corazón (p. 50): "Floración numinosa/ de un sol que se desgrana, un sol izquierdo." El corazón de cada uno. por: Juan Carlos Abril. Publicado en El Maquinista de la Generación, n. 10, octubre, Málaga, Centro Cultural de la Generación del 27 / Diputación Provincial, 2005, pp. 152-153.
