El poeta Juan Carlos Rodríguez Torres que prologa este
poemario señala…
Los versos de Lorenzo son conversaciones infinitas, con el
camino que transita, con la piedra en que descansa, con el
aire que inspira consciente, con la ramita de paja que
mastica y que saliva hacia el discernimiento. Lo imagino
caminando despacio, casi sin notar el paso de las horas,
observando despacio, respirando despacio, acariciando
despacio el paisaje que le envuelve, dejándose inundar
con los ojos cerrados para después abrirlos, despacio, y
esbozar una sonrisa por el mensaje recibido y destinado a
compartir.
…Y así debemos afrontar nosotros, seres ansiosos per se, los versos de este poemario: despacio. Hay que
paladear cada línea, cada idea, respirar entre cada estrofa, sentir, como si leyésemos con los ojos cerrados,
la conversación infinita del poeta con el mundo, y hacerla nuestra.
Y es que este libro es, como dice su título, un camino directo al corazón del autor, sin rodeos, sin curvas ni
altibajos, sin recovecos ni escondites. Al contrario, el autor se desnuda, se lanza al vacío y realiza un
recorrido por los elementos principales, “nucleares”, que lo conforman. El poema que abre este proceso,
Interacción de elementos, nos muestra, a modo de prefacio, qué es lo que nos vamos a encontrar durante
el camino: interacción con lo que nos rodea, conversación con los elementos que nos llevan a pensar, a
sentir, a preguntar, a relacionar, a concluir.