Estamos hechas de fracasos, más o menos conscientes, hechas de tristezas, de agua, de vendavales que nos llevan de allá para acá; estamos también hechas de verdades, de momentos únicos, de vida, de muerte.
Hay una inmensidad en ese charquito donde a veces me dejo caer, una palanca botón interruptor que detona el piloto automático, abre la compuerta, cierra el estómago, deja de fluir, comienza y la ira, el miedo, la tristeza, la vasija de agua. La inmensidad tiene párpados hinchados, huesos de acero, ganas de hundirse en arena de mar y caer por un agujero suavemente hasta desaparecer.
Estamos hechas de palabra, de silencios y ondulaciones, de bestias transitando nuestros huesos, haciéndolos blandos. Animales que nos habitan, nos susurran, palpitan reptilianos y nuestras vísceras se conectan con la naturaleza, creando un espacio de conversación que se teje como una tela de araña por las páginas de este libro.