Los variedad de temas que abordó el ingeniero aeronáutico y general de aviación Emilio Herrera en sus Crónicas Científicas emitidas por Radio París, para España e Hispanoamérica, entre abril de 1950 y julio de 1951, configuran una auténtica miscelánea, que es testimonio de su amplia cultura científica y capacidad para hacer comprensible intrincados aspectos de la ciencia y la técnica más de vanguardia. El oyente de entonces asistía através de su receptor a la conquista del aire por globos y aviones, se adentraba en las dificultades de la conquista del espacio y del tiempo, en las profundidades del sistema solar, en la formación de la Tierra o el nacimiento, vida y muerte del Sol, se acercaba a la Luna o a los más alejados planetas, sabía de la explicación de los últimos avances científicos, de la creación de nuevas máquinas de calcular y las inmensas posibilidades que abrían a la investigación, de telescopios para escrutar las profundidades del Universo y de las posibilidades de vida extraterrestre. Su amplia audiencia se sentía atraída por el mundo que alcanzaba a comprender por su capacidad divulgativa de las más complejas realidades y las más sugerentes hipótesis. Su audiencia en España e Hispanoamérica fue siempre notable, la supo mantener fiel por el atractivo de los contenidos y la sencillez de sus planteamientos. Su lectura atenta confirma su sorprendente capacidad para estar al día en las más complejas ciencias y técnicas; después de más de cincuenta años, aquellas conferencias mantienen vivo el interés del lector, porque siguen siendo las mismas cuestiones y sus posibles consecuencias para la humanidad las que nos siguen preocupando. Muchas de ellas son anticipatorias de una realidad sugerente, otras preocupante, al dejar claro Herrera, que ayer como hoy, el hombre tiene por vez primera en la historia de la humanidad la llave tecnológica de su propia destrucción. La obra situa al autor en el contexto social, político, económico y cultural de Francia y España. Con la radio como hilo conductor, su programación y sus intereses, se hace evidente el fuerte contraste entre la sociedad francesa y la española, sumida en en el más profundo atraso científico y social por la dictadura que obligó a salir del país a los más brillantes científicos y tecnólogos.