A Andalucía, con el fútil asidero de que era «imprescindible poner todo el esfuerzo en la consecución de la democracia», se le negaba, no ya el derecho a disfrutar autonomía, sino a considerarla siquiera, mientras no existiera un gobierno salido de unas Elecciones. Treinta y seis años después, Andalucía sigue sin disfrutar la autonomía plena por la que se manifestó reiteradamente y a pesar de haber sido la única en superar, contra todo pronóstico, la más dura prueba impuesta jamás en el mundo a ningún otro pueblo: el referéndum del 28 de febrero de 1980.
A Andalucía, con el fútil asidero de que era «imprescindible poner todo el esfuerzo en la consecución de la democracia», se le negaba, no ya el derecho a disfrutar autonomía, sino a considerarla siquiera, mientras no existiera un gobierno salido de unas Elecciones.
Treinta y seis años después, Andalucía sigue sin disfrutar la autonomía plena por la que se manifestó reiteradamente y a pesar de haber sido la única en superar, contra todo pronóstico, la más dura prueba impuesta jamás en el mundo a ningún otro pueblo: el referéndum del 28 de febrero de 1980.