Estos relatos fueron escritos hace mucho tiempo, cuando empezaba a escribir, los inventé a lo largo de años sin continuidad y con pocas posibilidades de publicación y pertenecen ya a otra época, a otro siglo. Las criaturas de todas estas historias, son criaturas vislumbradas más que realmente vistas. Nacieron de algún chispazo que saltó a mi alrededor y las alimenté con rebeldías, con sueños, miedos, intuiciones y desesperanzas. El primer relato, «Aquella mañana», lo escribí en 1967; el último, «Un pequeño mundo», en 1973. La mujer de «Un pequeño mundo», el relato que cierra el libro, la vi, tal como la describo, en un café de París. Estaba sentada muy lejos y no me llegaron sus palabras. Este monólogo fue mi intento por acercarme más a ella y escucharla.