EL HOMBRE QUE HABLABA CON LAS RANAS (EL SEVILLA)

EL HOMBRE QUE HABLABA CON LAS RANAS (EL SEVILLA)

CONVERSACIONES DE BAR ENTRE FILOSOFO CALLEJERO Y APRENDIZ BATRACI

16,00 €
IVA incluido
Disponible entre 3-6 días
Editorial:
AGUILAR EDITORIAL
Año de edición:
Materia
Literatura de humor
ISBN:
978-84-03-09525-0
Páginas:
192
Encuadernación:
CUARTO - RUSTICA
Colección:
NARRATIVA
16,00 €
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El polifacético Sevilla vuelve a la carga avalado por el éxito de ventas de sus dos libros anteriores: Memorias de un Homo erectus y Diario de un ninja. En El hombre que hablaba con las ranas el vocalistas de Mojinos escocíos nos cuenta que aprendió el idioma de los batracios para filosofar con ellos, que se refugió en una casa para escribir y el fantasma que la habitaba le sirvió de negro o que viajó en el tiempo para encontrarse consigo mismo. Una obra para reír y no parar. Una revisión inteligente y lúdica de la realidad donde vivimos con el mejor humor del sur. 12 Miguel Angel Rodríguez El hombre que hablaba con las rana

Conversaciones de bar entre un filósofo callejero y un aprendiz batracio. Una obra para reír y no parar. Una revisión inteligente y lúdica de la realidad donde vivimos con el mejor humor del sur. «Aquel día ocurrió algo que cambió mi vida: estaba en la orilla de un arroyo que hay a las afueras del pueblo en el que vivo sentado en una piedra entre cañas y jaramagos cuando eructé y cuál fue mi sorpresa cuando las ranas me contestaron... Y volví a eructar y me volvieron a responder. Aquello era el milagro de la comunicación. Desde entonces soy El hombre que hablaba con las ranas.» Así comienza el retorno más esperado de Miguel Ángel Rodríguez, El Sevilla, vocalista de Mojinos Escozíos, tras el éxito de ventas de sus dos libros anteriores: Memorias de un Homo erectus y Diario de un ninja. En esta ocasión se ha propuesto demostrar que hay dos tipos de filosofía: la útil y la inútil. En El hombre que hablaba con las ranas nos cuenta que aprendió el idioma de los batracios para filosofar con ellos, que se refugió en una casa para escribir y que el fantasma que la habitaba le sirvió de negro o que viajó en el tiempo para encontrarse consigo mismo. Y gracias a este inesperado don de lenguas construye un desternillante menú filosófico donde los entremeses, los aperitivos, los primeros, los segundos y los postres se convierten en las tesis de una nueva corriente de pensamiento: la filosofía inútil.