En El hombre sentado en el pasillo, Marguerite Duras describe, con la aparente frialdad y el laconismo de quien observa algo que le sobrecoge, los encuentros amorosos de un hombre y una mujer. A su vez, el protagonista de El mal de la muerte, aquejado de la imposibilidad de amar, contrata por unas noches a una joven en cuyo cuerpo él espera aún encontrar, al menos por primera y última vez, esa vida que se le va.