La fascinación de los hombres por las orquídeas viene de muy lejos, y no tiene nada que ver con su utilidad y, en ocasiones, ni siquiera con su belleza. En la Inglaterra victoriana, llamaron "orquidelirio" a la locura por estas flores, una pasión equivalente a la famosa fiebre del oro. Los ricos coleccionistas de la época enviaban expediciones fuertemente armadas a explorar territorios ignotos en busca de nuevos ejemplares. Y la rivalidad entre los buscadores de orquídeas era tan feroz que uno de ellos, William Arnold, que exploraba el Brasil por cuenta del acaudalado coleccionista británico Frederick Sander, se vio envuelto en violentas batallas con otros exploradores. Y hay que añadir que Sander, para satisfacer su insaciable avidez de orquídeas, tenía a su servicio veintitrés exploradores que recorrían el mundo entero.