La meteorología, considerada hoy como unaáciencia a parte entera, no fue hasta hace unápar de siglos más que un conglomerado deásaberes nada racionales, basados en tradicionesáy creencias como mínimo arbitrarios.Sin duda, las civilizaciones más antiguas seápreocupaban del devenir del tiempo atmosférico,ápor la cuenta que les traía para susáviajes y batallas, la obtención de alimento, eláacomodo más o menos confortable de su vidaácotidiana? Pero los progresos de la menteáhumana en este campo no fueron muy lejos,áal menos hasta el Renacimiento, que trajo losáprimeros instrumentos de medida. Con ellos,ápoco a poco comenzamos a disponer de datosáreales con los que descubrir las leyes naturalesáde la atmósfera.La ciencia del tiempo, que estudia el estadoápermanentemente cambiante de los meteoros,áy su prima hermana la ciencia del clima,áque analiza los promedios a largo plazo deáesos sucesivos cambios atmosféricos, sonáhoy objeto de controversia. Muchos científicosáacusan a la industria humana de los cambiosáde clima causados por la mano del hombre,áafirmando que serán inevitablemente dañinos.Otros relativizan el asunto, pero suelen ser tenidosápor ?herejes? científicos. +Herejías en laactividad científica? Suena a más de lo mismo:áen la antigüedad, las tormentas se debían aálos dioses, hoy hemos remplazado a Júpiter oáThor por, sucesivamente, las bombas atómicas,ála contaminación o los gases de efectoáinvernadero. La polémica, en la que los mediosáde comunicación parecen haber adoptado unaápostura militante y poco objetiva, está servida.
La meteorología, considerada hoy como una ciencia a parte entera, no fue hasta hace un par de siglos más que un conglomerado de saberes nada racionales, basados en tradiciones y creencias como mínimo arbitrarios.
Sin duda, las civilizaciones más antiguas se preocupaban del devenir del tiempo atmosférico, por la cuenta que les traía para sus viajes y batallas, la obtención de alimento, el acomodo más o menos confortable de su vida cotidiana? Pero los progresos de la mente humana en este campo no fueron muy lejos, al menos hasta el Renacimiento, que trajo los primeros instrumentos de medida. Con ellos, poco a poco comenzamos a disponer de datos reales con los que descubrir las leyes naturales de la atmósfera.
La ciencia del tiempo, que estudia el estado permanentemente cambiante de los meteoros, y su prima hermana la ciencia del clima, que analiza los promedios a largo plazo de esos sucesivos cambios atmosféricos, son hoy objeto de controversia. Muchos científicos acusan a la industria humana de los cambios de clima causados por la mano del hombre, afirmando que serán inevitablemente dañinos.
Otros relativizan el asunto, pero suelen ser tenidos por ?herejes? científicos. ¿Herejías en la
actividad científica? Suena a más de lo mismo: en la antigüedad, las tormentas se debían a los dioses, hoy hemos remplazado a Júpiter o Thor por, sucesivamente, las bombas atómicas, la contaminación o los gases de efecto invernadero. La polémica, en la que los medios de comunicación parecen haber adoptado una postura militante y poco objetiva, está servida.