Cada pieza debería tener su hueco en este rompecabezas al que jugamos desde niños. Debería ser un hueco cómodo y holgado en el que sentirse importantes y parte de un todo. Pero el tablero es muchas veces hostil. Y el juego, oscuro y descorazonador. Algunos valientes se atreven a apartarse en el fondo de la caja. A perderse en una esquina del salón. Solos y distintos.
Esa pieza granate nos acerca al mundo desde el punto de vista de la pieza defectuosa, de esa que no encaja en ningún hueco por mucho que se esfuerce, por mucho que finja, por mucho que intente recortar sus formas.
A través de sus versos rápidos y de sus imágenes directas y afiladas, cada poema hiere las páginas sin miedo y sin compasión. La obra discurre por los caminos intrincados de la soledad y la incomprensión, pero también por los del valor y la reivindicación de la diferencia.