Debido a la coyuntura especial de su concepción, a la peculiaridad de la familia en la que nace, y sobre todo a su imposibilidad de vincularse con el mundo, que le llevan a un destino de marginalidad y desaparición, emprende un arduo trabajo de construcción personal, de emancipación, y lo hace a través de lo que otros personajes dicen o escriben sobre él. A veces puede hablar con voz propia, pero se apuntala principalmente en la narración y en el conocimiento de otros, en especial de un hombre mayor y de una mujer con los que establece un vínculo.
La vida loca es el diario de Jonás, un niño singular. Engendrado en una familia que no tiene un espacio reservado para él y rodeado de personas que lo tratan como un perturbado, su destino es la desaparición. Jonás tiene una dificultad radical para comunicarse y es a través de los que lo rodean -su madre loca; Marcial, un marinero retirado, o Celia con quien establece un fuerte vínculo- y de las palabras que escribe en su diario, como consigue transmitir su mensaje. Jonás, postrado en su hermetismo, levantándose quién sabe con qué fuerzas, se dirige a todos nosotros para hacernos testigos de su aventura vital, y para que escuchemos lo que tiene que decirnos.
Ricard Vancells, a través de una trama que atrapa hasta la última página, nos lleva de viaje al Puerto de San Román, a la goleta Santa Isabel, o al Centro Frenopático, y nos da a conocer la increíble historia de Jonás, pero sobre todo, nos habla de amor, de superación y de respeto por las diferencias. Una novela especial, extraña y conmovedora a la vez. La vida loca es una novela que no deja indiferente, llena de personajes que siguen con nosotros después de haberla leído.