LAS FLORES DEL MAL

LAS FLORES DEL MAL

Y LOS DIARIOS INTIMOS DE EL SPLEEN EN PARIS

12,00 €
IVA incluido
Disponible en 48h
Editorial:
BIBLOK EDITORIAL
Año de edición:
Materia
Poesía
ISBN:
978-84-946943-0-1
Páginas:
357
Encuadernación:
Otros
Colección:
EVERGREEN
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½El hombre y la mujer saben de nacimiento que en el mal se encuentra la voluptuosidad+, decía Baudelaire, para quien el infierno era quizás una manera de entender el cielo, y se arrojó de cabeza a arrebatar sus secretos a los demonios de la noche. Asombrado ante esa revolución poética, Victor Hugo expresó así su admiración a Baudelaire: ½Habéis dotado al cielo y al infierno de un extraño relámpago macabro; habéis creado un nuevo escalofrío+.Con Las flores del mal (1857) nació un nuevo mundo poético. Baudelaire, que fue quien acuñó el término modernité y quien lo dotó de sentido, acertó a describir en sus páginas la experiencia humana en el universo de la metrópolis urbana, e intuir tras ella la misma ½verdadera vida ausente+ de todas las épocas. En sus poemas explora la belleza en lo ½no bello+ poblándolos de nuevos motivos, sujetos y objetos de la vida cotidiana, como atascos urbanos, prostitutas o pipas de fumar. Para capturar y expresar esa experiencia fluctuante y efímera de la vida urbana, donde el spleen y el ideal, lo elevado y lo grosero, se suceden, el poeta superó el terreno expresivo acotado de la metáfora para entrar en el terreno ilimitado del símbolo.

«El hombre y la mujer saben de nacimiento que en el mal se encuentra la voluptuosidad», decía Baudelaire, para quien el infierno era quizás una manera de entender el cielo, y se arrojó de cabeza a arrebatar sus secretos a los demonios de la noche. Asombrado ante esa revolución poética, Victor Hugo expresó así su admiración a Baudelaire: «Habéis dotado al cielo y al infierno de un extraño relámpago macabro; habéis creado un nuevo escalofrío».Con Las flores del mal (1857) nació un nuevo mundo poético. Baudelaire, que fue quien acuñó el término modernité y quien lo dotó de sentido, acertó a describir en sus páginas la experiencia humana en el universo de la metrópolis urbana, e intuir tras ella la misma «verdadera vida ausente» de todas las épocas. En sus poemas explora la belleza en lo «no bello» poblándolos de nuevos motivos, sujetos y objetos de la vida cotidiana, como atascos urbanos, prostitutas o pipas de fumar. Para capturar y expresar esa experiencia fluctuante y efímera de la vida urbana, donde el spleen y el ideal, lo elevado y lo grosero, se suceden, el poeta superó el terreno expresivo acotado de la metáfora para entrar en el terreno ilimitado del símbolo.

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