Una familia profundamente disfuncional: un abuelo que no respeta a su hijo «idiota»; un hijo casado con una exempleada de la casa que era violada por el padre; un nieto que es autista y el hijo del arrendatario; una abuela que mataba pájaros a golpes de atizador, una mujer que murió siendo una niña. Todo ello narrado desde el punto de vista de un autista. La última novela de Lobo Antunes ahonda en los temas de la familia y la naturaleza del hombre.
Una visión plural de la historia de tres generaciones de una misma familia del Portugal rural, en la que se refleja una amarga huella del paso del tiempo y las tormentosas relaciones entre sus miembros. Comenzamos por una casa, por el sentimiento de una casa, un poder que viene desde hace mucho tiempo, cuando esa casa era la misma pero diferente, una heredad, un latifundio, cuando no faltaba nada: la familia, las sirvientas en la cocina, el administrador, los campos, el pueblo al fondo y la tos del abuelo rigiendo el mundo. El archipiélago del insomnio narra la historia de tres generaciones de una poderosa familia rural en tierras del interior de Portugal. La historia de un niño que fantasea con empujar a su hermano al interior de un pozo para ganarse la atención de su abuelo, de una criada que recoge sus cosas para instalarse en las habitaciones del señor de la casa y de un hombre que golpea a su padre con una escarda hasta matarlo. Las voces de los familiares vivos y muertos, un archipiélago de islas incomunicadas, se entremezclan en el relato para contar «la historia de tres generaciones de una familia entre dos nadas: aquella de la que vienen y aquella hacia la que se dirigen» (Mário Santos). «Esto no es un libro, es un sueño.»
Maria Alzira Seixo, Jornal de Letras, Artes e Ideias