LOS FUNDAMENTOS ÚLTIMOS DE LA CIENCIA ECONÓMICA

LOS FUNDAMENTOS ÚLTIMOS DE LA CIENCIA ECONÓMICA

UN ENSAYO SOBRE EL MÉTODO

16,64 €
IVA incluido
Disponible en 1 semana
Editorial:
UNION EDITORIAL S.A.
Año de edición:
Materia
Economía obras generales
ISBN:
978-84-7209-577-9
Páginas:
204
Encuadernación:
Otros
Colección:
BIBLIOTECA AUSTRIACA
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Este ensayo no es una contribución a la filosofía. Es tan solo una exposición de ciertas ideas que debieran tenerse en cuenta a la hora de lidiar con la teoría del conocimiento. Por lo general, la lógica tradicional y la epistemología han originado disquisiciones sobre la matemática y los métodos de las ciencias naturales. Los filósofos consideraron la física como el modelo que debía seguirse en la ciencia y supusieron alegremente que todo conocimiento debía ajustarse a dicho modelo. Obviaron la biología, complaciéndose de que algún día las generaciones futuras podrían reducir con éxito los fenómenos de la vida a operaciones de elementos descritas completamente por la física. Desdeñaron la historia calificándola de ½mera literatura+ e ignoraron la existencia de la economía. El positivismo, esbozado por Laplace, bautizado por Auguste Comte y resucitado y sistematizado por el positivismo lógico o empírico contemporáneo es, en esencia, panfisicalismo, un montaje para negar la existencia de cualquier otro método científico más allá de aquel basado en el registro, por parte del físico, de ½enunciados protocolares+. A tal materialismo se opusieron los metafísicos, quienes se dieron el gusto de inventar entidades ficticias y sistemas arbitrarios de lo que llamaron ½filosofía de la historia+. El autor quiere poner de relieve que las ciencias naturales no pueden contribuir en absoluto a la descripción y al análisis de algunas cuestiones presentes en el universo. Fuera del ámbito de estas cuestiones, los procedimientos de las ciencias naturales son capaces de observar y de describir. No es el caso de la acción humana. Hasta la fecha, nada se ha hecho para sortear el abismo abierto entre los acontecimientos naturales, en cuyas consumaciones la ciencia es incapaz de encontrar finalidad alguna, y los actos conscientes del hombre que aspiran constantemente a determinados fines. Referirse a la acción humana sin aludir a los fines perseguidos por los actores no es menos absurdo de lo que fueron los intentos de recurrir a la finalidad en la interpretación de los fenómenos natural

Este ensayo no es una contribución a la filosofía. Es tan solo una exposición de ciertas ideas que debieran tenerse en cuenta a la hora de lidiar con la teoría del conocimiento.



Por lo general, la lógica tradicional y la epistemología han originado disquisiciones sobre la matemática y los métodos de las ciencias naturales. Los filósofos consideraron la física como el modelo que debía seguirse en la ciencia y supusieron alegremente que todo conocimiento debía ajustarse a dicho modelo. Obviaron la biología, complaciéndose de que algún día las generaciones futuras podrían reducir con éxito los fenómenos de la vida a operaciones de elementos descritas completamente por la física. Desdeñaron la historia calificándola de «mera literatura» e ignoraron la existencia de la economía. El positivismo, esbozado por Laplace, bautizado por Auguste Comte y resucitado y sistematizado por el positivismo lógico o empírico contemporáneo es, en esencia, panfisicalismo, un montaje para negar la existencia de cualquier otro método científico más allá de aquel basado en el registro, por parte del físico, de «enunciados protocolares». A tal materialismo se opusieron los metafísicos, quienes se dieron el gusto de inventar entidades ficticias y sistemas arbitrarios de lo que llamaron «filosofía de la historia».



El autor quiere poner de relieve que las ciencias naturales no pueden contribuir en absoluto a la descripción y al análisis de algunas cuestiones presentes en el universo. Fuera del ámbito de estas cuestiones, los procedimientos de las ciencias naturales son capaces de observar y de describir. No es el caso de la acción humana.



Hasta la fecha, nada se ha hecho para sortear el abismo abierto entre los acontecimientos naturales, en cuyas consumaciones la ciencia es incapaz de encontrar finalidad alguna, y los actos conscientes del hombre que aspiran constantemente a determinados fines. Referirse a la acción humana sin aludir a los fines perseguidos por los actores no es menos absurdo de lo que fueron los intentos de recurrir a la finalidad en la interpretación de los fenómenos naturales.

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