Los papeles rotos es un libro erudito y espléndido al que hay que volver una y otra vez para consultar apuntes e ideas, un libro del que he entresacado muchas notas, que he subrayado en multitud de ocasiones y que nos ofrece un repertorio de citas en griego, latín, provenzal, alemán o inglés, de términos multifuncionales y de nociones epistemológicas, de conceptos ontológicos, basilares, de morfología, semántica, hermenéutica, etc. Una obra, en suma, repleta de conocimiento y al mismo tiempo de comunicación, porque se han mezclado sabiamente, al modo interdisciplinar, los extremos de diferentes tradiciones de pensamiento, conjugando diversos dominios en un acertado, agudo y penetrante campo teórico. Pero es sólo apta para iniciados, debido a ese amplio aparato crítico desplegado. Julián Jiménez Heffernan enseña literatura inglesa en la Universidad de Córdoba y sobre todo era conocido por haber excelentemente traducido el célebre libro de Robert Langbaum, La poesía de la experiencia, aunque ha realizado otras incursiones traductoras -Wallace Stevens- y críticas, igualmente de elevado nivel. Este profesor justifica en el Prefacio el porqué de haber elegido a estos autores, debido sobre todo a causas externas a un propósito unitario premeditado, es decir congresos, centenarios, publicaciones monográficas, etc. Los más estudiados son César Vallejo, Luis Cernuda, y José Ángel Valente, desarrollando aquí también apartados claves para poetas como Gimferrer, García Valdés, etc. Destaca, por tanto, esa tríada en bloque, porque les dedica casi doscientas cincuenta páginas, incursiones que son auténticas calas de una profundidad incalculable, dejando el listón muy alto: aproximaciones -tentativas se nos dice en la portada- envidiables. Tal y como nos advierte en el Prefacio, la incontemporaneidad se nos presenta como un activo de la posmodernidad que podría traducirse también como el simultaneísmo, la apoyatura teórica del Octavio Paz de El arco y la lira y Los hijos del limo. Tras la lectura de estas densas y enjundiosas páginas uno tiene la sensación de que existen determinados azares que presentan similitudes textuales en la literatura, y autores como Valente lo justifican sin duda, quien elaboraba y reelaboraba sus materias preferidas para someterlas a un proceso de cirugía estética, una especie de adaptación a sus propios moldes estilísticos, de ahí que se puedan entresacar los textos más dispares de diferentes tradiciones y presentarlos en un esquema comparativo en el que Jiménez Heffernan, como un lector atentísimo que ha tomado notas y que, además, debe poseer una memoria prodigiosa, hila muy fino y nos señala mil casuísticas -al modo expositivo de Gracián- con mil ejemplos y referencias. En este sentido es de extraordinario interés el continuo trasvase de obras y autores que establece entre la cultura y literatura del mundo anglosajón y las tradiciones hispanas, dejando bien claro que existen vasos comunicantes aún no lo suficientemente aireados. Confiesa Jiménez Heffernan que lo que habría querido estudiar si se lo hubiera propuesto es la obra de Federico García Lorca, y ya estoy esperando ese momento porque si Los papeles rotos es fruto de accidentes congresuales o seminarios e insistencias de amigos, ¿qué será entonces cuando se dedique de pleno a un libro concienzudamente?, ¿más entusiasmo, más calado? Por: Juan Carlos Abril Publicado en El fingidor, n. 27-28, enero-junio, Granada, Universidad, pp. 75-76.
