¿Es posible conseguir que los niños y niñas de entre ocho y doce años se sientan atraídos por la figura de un poeta que vivió en la primera mitad del siglo pasado? Gracias a su sensibilidad y a su profundo conocimiento de la figura de Miguel Hernández, José Luis Ferris lo logra. Miguel niño posee en esencia todas las cualidades del poeta adulto y el autor, narrando su infancia, narra su vida entera. Hoy día pocos niños tienen como primera escuela los campos, los ríos, los animales y los montes, y Ferris presenta todo ese entorno rural y auténtico de forma tan atractiva y entrañable que, sin duda, despertará la curiosidad de los pequeños lectores hacia el personaje y hacia su forma de percibir el mundo (de escuchar la carcajada del río, la voz del viento, de mirar a la luna). El texto no solo funciona a nivel informativo o didáctico, sino que además consigue que se impliquen todos los sentidos, y que, de ese modo, los alumnos se empapen de un ambiente de lirismo y belleza donde las crines de los caballos desprenden vapor de estrellas y donde el niño poeta ordeña sueños y oye reír a las granadas. Porque, como dice el autor, «la poesía, sobre todo, brota del alma». Una lección que nadie puede enseñar. Y ese es el gran acierto del texto: que no solo habla sobre poesía, sino que además, es poesía.
Hace cien años nació un niño en Orihuela al que llamaron Miguel. Su infancia, junto a su familia y amigos, era normal y corriente, como la de cualquiera de sus amigos. Pero pronto Miguel comenzó a destacar por su gran curiosidad hacia las cosas que le rodeaban, y en la naturaleza encontró el libro más divertido y fascinante que podía imaginar.
En las páginas de este libro conocerás a Miguel Hernández, un niño aún, un poeta cabrero que contagia a pequeños y grandes con su risa ancha y prodigiosa. Todavía tiene por delante un futuro lleno de dudas y oscuridad, pero nada podrá evitar que los versos de Miguel se llenen de luz.