Resulta difícil imaginar que no pueda causar tristeza la destrucción inútil de las obras materiales del genio humano, ya sea a raíz de una operación militar y sus daños colaterales, o causada por actos vandálicos o intencionadamente iconoclastas. Por eso hemos querido hacer hincapié en el poder destructor de las guerras y pasar revista a la distinta tipología de los actos de destrucción del patrimonio cultural antes de estudiar los instrumentos jurídicos que la comunidad internacional ha desarrollado para impedir esta lacra, una más de las que el género humano debe aprender a desprenderse. La difusión del patrimonio cultural, su continuo estudio y una enseñanza que dé por superados los fantasmas de la historia pueden permitir a la ciudadanía un mejor conocimiento de dichas obras, un primer paso para aprender a respetarlas y, en última instancia, a estimarlas en su justa medida.