Trece chicas, siete de ellas menores de edad, murieron fusiladasála madrugada del 5 de agosto de 1939 contra las tapias delácementerio del Este de Madrid. Su delito: ser ½rojas+. El que tiene en las manos es unaáversión ampliada que recupera la figura de la Rosa 14, a la queáuna errata mecanográfica en la orden de ejecución, Antonio poráAntonia, salvó de ser fusilada con sus compañeras. Descubierto eláerror, fue ejecutada seis meses más tarde, en febrero de 1940.áNo hay ficción. Los archivos militares, los penitenciarios, los deláPCE y sobre todo las voces de quienes vivieron estos trágicosáhechos trasladan al lector al Madrid de los primeros días deála posguerra, una ciudad víctima del odio y la revancha de losávencedores. La brutal represión franquista y un enigmático crimenácondujeron a aquellas jóvenes idealistas a la muerte. ½Que miánombre no se borre en la historia+, dejó escrito Julia Conesa, deádiecinueve años, una de las Trece Rosas, en la carta de despedidaáa su familia. Este testimonio es la mejor forma de evitar el olvido.áTras años de ardua investigación, Carlos Fonseca recupera con todaásu crudeza un episodio que permanecía en la memoria colectiva deáquienes perdieron la guerra. Con la Rosa 14 completa la historiaámás conmovedora de la guerra civil.á
Trece chicas, siete de ellas menores de edad, murieron fusiladas la madrugada del 5 de agosto de 1939 contra las tapias del cementerio del Este de Madrid. Su delito: ser «rojas». El que tiene en las manos es una versión ampliada que recupera la figura de la Rosa 14, a la que una errata mecanográfica en la orden de ejecución, Antonio por Antonia, salvó de ser fusilada con sus compañeras. Descubierto el error, fue ejecutada seis meses más tarde, en febrero de 1940.
No hay ficción. Los archivos militares, los penitenciarios, los del PCE y sobre todo las voces de quienes vivieron estos trágicos hechos trasladan al lector al Madrid de los primeros días de la posguerra, una ciudad víctima del odio y la revancha de los vencedores. La brutal represión franquista y un enigmático crimen condujeron a aquellas jóvenes idealistas a la muerte. «Que mi nombre no se borre en la historia», dejó escrito Julia Conesa, de diecinueve años, una de las Trece Rosas, en la carta de despedida a su familia. Este testimonio es la mejor forma de evitar el olvido. Tras años de ardua investigación, Carlos Fonseca recupera con toda su crudeza un episodio que permanecía en la memoria colectiva de quienes perdieron la guerra. Con la Rosa 14 completa la historia más conmovedora de la guerra civil.
