El humor de Julio Camba (Villanueva de Arosa, 1884 - Madrid, 1962) no tiene nada de la superficialidad común de los escritores festivos. En vez de limitarse al aspecto externo de las cosas, se interna agudamente en ellas desmontando su mecanismo y haciéndonos ver su faz absurda. Camba ve en perspectiva a los demás y los dibuja más como son que deformándolos, y ese es el secreto de su arte, que así resultan en plena burla, en contraste con su propio fondo, descubiertos en lo que tienen de absurdo y grotesco. Con razón se ha escrito que la risa de Camba es una risa intelectual, aguzada y reflexiva, de oriundez genuinamente española. "Camba, filósofo celta; yo, filósofo ibero. !Qué delicia para nuestros lectores celtibéricos!", exclamó justamente Unamuno. La casa de Lúculo es un prodigio de talento y de humor, con su moraleja en el fondo: la política internacional - y el rango de cada uno- está en función de su cocina. El tema, como se ve, no puede ser más importante y trascendente, bajo la capa de la sonrisa.